Pequeños

viernes, 9 de diciembre de 2011

Un juego.

Jugar no siempre es tan fácil como parece, y hay un único juego en el que jamás serás bueno, jamás vencerás siempre. Para empezar, todos estamos de acuerdo en que comenzar un juego es divertido, apostar algo en él puede serlo, pero cuando lo que está en juego es el amor, la cosa cambia, y mucho, a veces para mejor otras para peor. Al principio todos tenemos muchas ganas de jugar, pero conforme avanza la partida la cosa cambia, si vas ganando te crees el rey del mundo, pero, por el contrario, cuando vas perdiendo estas deseando dos cosas, o que el juego se vuelva a tu favor o que termine, ¿no es así?. El amor es ese juego en el que no existen reglas, supongo que no ha habido persona capaz de inventarlas, es simplemente un juego de azar en el que todo depende de nada. Aquí siempre hay perdedores y ganadores, el dolor de perder es directamente proporcional a lo apostado en él y en las ganas de jugar, también depende de si es la partida de tu vida, o una más. Es un juego en el que cuando arriesgas, arriesgas a todo o nada. La forma de jugar es relativa, depende de los jugadores que intervengan; siendo la partida más molesta la de tres jugadores, pues en ellas hay muchas cosas en juego, y más si los rivales son tus amigos; pero, sin quedarse atrás, también es molesta la de dos en la que uno hace trampas, pues en este juego están permitidas, como ya dije, todo vale. El amor es el único juego en el que las trampas favorecen al infractor y dejan totalmente sin cartas a la víctima. En las partidas de alto nivel se puede conseguir el mayor de los premios, robarle el corazón al otro jugador. El juego del amor es quizá el más difícil de la vida, algunas veces se pierde, otras se juega, otras haces trampas y en muy pocas ganas, pero cuando ganas, la victoria es satisfactoria, el premio es de los grandes, por eso es por lo que este juego es tan difícil. Pero de todas formas a este juego, como cualquier otro, no obligatorio jugar, tu decides si jugar o no, y te recuerdo, la manera de jugar la decides tú, al fin y al cabo; en la guerra y el amor todo vale. Yo juego, ¿juegas tú?. 

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