Pequeños

martes, 20 de diciembre de 2011

Buf.

Definitivamente lo acepto, no lo soporto. Creía que sí, que podría pasar desapercibido. Que se me hacía indiferente cada vez que ocurría. Suponía que podría cargar con todo eso, una vez más. Pero el peso era demasiado grande, y todo se derrumbó. Mis ganas de seguir se vieron aplastadas sobre el asfalto, mis pequeñas alegrías desaparecieron así sin más, las lágrimas parecían ríos envueltos en odio.. y yo una estúpida más. En ese momento nadie se hacía una pequeña idea del dolor tan fuerte que había dentro de mí, ni tampoco de las tremendas ganas de llorar. Pero no podía hacerlo, pues se notaría demasiado y lo último que quería era llamar la atención. Me levanté de aquel del banco tras ocurrir aquello. No me despedí de nadie, lo siento. La voz no me salía, mis ojos casi no veían. Sólo quería desaparecer. Pero desgraciadamente todo continuaba como si nada. Mientras tanto, de lo único que me asombraba era de ver cómo puñetas seguía yo en pié, fingiendo que todo va bien.. disimulando mis ganas de querer encerrarme en una habitación, destrozar todo y por último correr, correr y seguir corriendo lejos, muy lejos sin rumbo alguno. Sin saber porqué, o quizás sabiendo más de lo que debo, hay momentos en los que siento que no valgo nada. Que solamente existo para estorbar, y que apenas se me escucha. Sólo sé llorar, y cada día me pregunto si sería mejor desaparecer de este mundo, que al fin y al cabo es lo que quiero.
Y lo peor de todo, es que no consigo hacer nada por evitarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario