Pequeños

lunes, 29 de noviembre de 2010

Campo de fresas.


8 horas, 3 minutos.
¡Oh!, Dios ... ¿Eres tú?
¿Estoy soñando? No, no es un sueño. Eres tú.
Reconozco tu voz, y huelo tu perfume y ... sí, también puedo verte. Y ahora mamá que te da un beso mientras papá sigue abatido ahí, junto a la ventana.
Has llegado. Sabía que lo harías, pero como aquí el tiempo no existe, no sabía cuando sería posible verte. ¡Ahora, sin embargo, me alegra tanto tenerte a mi lado!
Aunque lamento mi aspecto.
Estoy horrible, ¿verdad?
Y pensar que lo último que te dije fue ...
Te quiero.No hablaba en serio, ¿sabes? ¡Qué estúpida fui! En realidad ... no sé, estaba jugando, ya sabes tú. Creo que me asustaba atarme. Se dicen tantas tonterías del primer amor: que si se empieza pronto luego se estropea enseguida, que es mejor vivir primero y después...
No quiero perderte.
Ni quiero perderme yo.
¿Por qué no me coges de la mano?
Por favor ...
¿Has estudiado mucho? Supongo que sí, toda la noche. Menudo eres. Y terco. Y ahora esto ¡menudo palo! Si el lunes suspendes será culpa mía. Me sabe mal, cariño, pero te juro que yo no quería acabar así. Lo único que deseaba era pasar una noche loca, emborracharme de música, olvidar, volar. Lo deseaba más que nunca.
Aunque te echaba de menos.
Me crees, ¿verdad?
Claro. Estás aquí. De lo contrario no habrías venido.
Cógeme de la mano.
Vamos, cógeme de la mano.
Así ...
Gracias.
Ahora ya no me importan el silencio ni la oscuridad.
Ahora ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario